Ding – Dong…
Estaba impaciente esperando a que me abrieses la puerta. Estaba empezando a nevar.
Te saludé mientras te daba un tierno beso en la mejilla. Tú me respondía con una de tus dulces caricias.
Me invitaste a pasar a tu habitación. Tu casa estaba solitaria, solo existíamos tú y yo.
- Vemos una peli. – me propusiste con tu vocecilla de niño pequeño.- puedo traer palomitas y una mantita. ¿Qué te parece?
Lógicamente acepté esa petición. Era la mejor oportunidad que en aquel momento podía aparecer para estar cerca de ti. Nos sentamos en el sofá. Poco a poco nos íbamos acercando.
En unos instantes pensé que estaba soñando, todo lo que deseaba hacía muchos meses estaba ocurriendo, estaba apoyada en tu pecho haciéndote caricias.
De repente mis ojos solo veían tus labios muy cerca de los míos…
Un sabroso beso me plasmaste en mi boca, un beso que nunca más se volvería a repetir.
Ring, Ring, Ring…
Me debía de levantar, el despertador había sonado… me había quedado con ganas de más…
Espero que pronto estemos en esta situación cariño o al menos que nos separen muy pocos centímetros.
¡Te Quiero Mucho pequeñajo!
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